La propia curación de los embutidos son en sí mismas técnicas naturales de conservación. No obstante es bueno llevar a cabo una buena conservación en casa, por ello te damos los siguientes consejos de La Abuela Loli.
Si el embutido está sin abrir y tenemos varias piezas, lo ideal es colgarlo en un lugar fresco, seco y lo más oscuro posible sin que las piezas se toquen. De esta manera evitaremos que los embutidos suden y también impediremos que les dé la luz del sol. La temperatura ambiente debe mantenerse entre los 15 y los 20 grados centígrados e intentar que sea constante, sin cambios bruscos.
Una vez que se empieza a consumir la pieza de embutido, debe seguir colgada con la parte empezada hacia abajo. La zona de corte se puede untar ligeramente con aceite de oliva y taparla con plástico transparente.
El embutido no se debe guardar en la nevera, salvo que la zona la que temperatura ambiente supere los 25 grados centígrados. En este último caso, procura sacarlos del frigorífico varias horas o incluso un día antes de consumirlo, para que no esté demasiado duro. Si ya se nos ha puesto duro, podemos cubrirlo con un trapo de algodón mojado y muy bien escurrido durante un ratito.
Cuando tenemos el embutido cortado en rodajas o loncheado, lo podemos guardar formando una torre y envuelto en papel film, preferiblemente dentro de una fiambrera. A la hora de consumirlo hay que ser previsor y sacarlo unas horas antes, dejarlo atemperar en el mismo plástico y, un poco antes de comerlo, emplatarlo para que sude.
Por último, hoy en día es muy frecuente comprar el embutido loncheado y envasado al vacío. En este caso, se puede conservar perfectamente en un lugar fresco y seco. Una vez que abierto el envase, lo mejor es acabarlo en el momento. Pero si sobra alguna loncha, sigue el consejo anterior.